martes, 22 de enero de 2013

La muerte










"No me quites mi duelo…Es la manera en que la
                                                                                     Naturaleza sana un corazón roto”
                                                                                                                                            Doug Manning

  Hoy me gustaría hablar sobre mi último día en el nivel I; fue un día duro porque falleció uno de nuestros pacientes y, aunque la muerte suele estar presente en nuestro trabajo  en innumerables ocasiones, nunca deja a uno indiferente. 

  Se trata de una paciente de 88 años que ingresa por infección respiratoria, a lo largo de la mañana su situación va empeorando llegando  a una saturación por debajo del 60%, con  frecuencia cardiaca que pasó de 140 a 90 y la TA  70/50. Se comunica a la familia el estado crítico de la paciente y se les autoriza para que permanezcan junto a su ser querido en estos últimos momentos de vida. La familia formada por un hermano- también mayor-  que se muestra muy afectado y declina quedarse,  supongo que por  los miedos y temores que ocasiona vivir la cercanía de la muerte; nos dice que hagamos todo lo que esté en nuestras manos  y se marcha  quedando junto a ella : su cuidadora personal (de origen rumano) ,otra enfermera y yo. Al cabo de pocos minutos se produce el fallecimiento. La cuidadora nos manifiesta si hemos  observado cómo en sus últimos momentos había abierto la boca y el alma había abandonado el cuerpo. Qué puedo decir.... ¡quedamos sorprendidas!

  El fallecimiento de mi paciente hace que  hoy aborde en este diario un tema muy difícil y complejo: el de la muerte y  los temores, creencias,  reacciones y sentimientos que genera a la gente en general y a nosotros como profesionales sanitarios, en particular, que convivimos a diario con ella.

  La muerte junto con el nacimiento son los dos acontecimientos de la vida que más impacto emocional generan, tanto en la propia persona como en su familia y en las personas que los atendemos. Pero es la muerte la que tiene unas connotaciones y sentimientos negativos porque se vive "como algo extraño, imprevisto, que trunca la vida y  por ello tiende a silenciarse, a negarse; no está incorporada a nuestra vida, sino que es un accidente. Esta  negación también está presente en el ámbito sanitario donde se vive con frustración y fracaso cada vez que perdemos a un paciente.  Desgraciadamente no se nos enseña ni a vivir ni a reflexionar sobre la muerte. Hablamos siempre de ella lo menos posible y desde una perspectiva muy lejana a nosotros, tan lejana que siempre pensamos que “eso” no nos tocará, la rechazamos como se al negarla no formara parte de nuestras vivencias cotidianas y esto nos acaba haciendo mucho daño.

  Nos dicen que tenemos que asumir la muerte como un fenómeno natural e inevitable  puesto que si no lo hacemos así, no tendremos los instrumentos necesarios para ayudar en el proceso de duelo saludable a pacientes y familiares y mucho menos para ayudarnos a nosotros mismos en ese proceso, pero en realidad ¿estamos nosotros, como seres humanos, preparados para hacer frente a las situaciones de duelo? ¿Qué preparación hemos recibido para ayudar al otro a superarlos? ¿Quién nos ayuda a nosotros a superar nuestros propios temores?  Porque las enfermeros/as formamos parte de la sociedad y participamos de las formas de vida, valores y de los tabúes que hay en ella y tener que enfrentar el dolor emocional de un paciente y el sufrimiento que su próxima muerte provoca en la familia nos expone a vivir nuestros propios temores, nuestra vulnerabilidad y limitaciones, a veces no los queremos reconocer y tratamos de protegernos ocultando cualquier manifestación de compasión, de sensibilidad o de tristeza. Pero como bien sabemos, no existe ninguna vacuna contra la inseguridad y los miedos; habrá ocasiones en las que uno se enfrentará valientemente a ellos y otras en las que desearía escaparse y no estar allí en ese momento.

  Cada uno vive la muerte de una forma distinta, para mí el acompañar a la persona en sus últimos momentos es una experiencia conmovedora; ayudarle a que se vaya en las mejores condiciones posibles, estar a su lado y vivir todo el proceso…es sencillamente algo hermoso. Sin embargo, también se crea en mi interior un sentimiento de controversia, pues no dejo de albergar un sentimiento de impotencia, concretamente en este caso, viendo como sufría en sus últimos momentos y lo sola que estaba, pensé que esos últimos instantes deberían de ser sólo para vivirlos íntimamente el paciente y la familia, para que le cojan  la mano y le transmitan su amor y su cariño a través del tacto y las palabras. Así es como creo que alguien debería morir, siempre rodeado de los suyos.

  El acompañar al paciente y a la familia en estos últimos momentos es para mí una de las experiencias más gratificantes que he vivido y que no cambiaría por nada. Ayuda y reconforta mucho en esta profesión sentir el agradecimiento que te expresan tanto familiares y pacientes tan solo con una mirada o con un gesto… Y eso es suficiente para sentir que esa opción de vida, que un día elegí, me llena y satisface plenamente.

 En lo que respecta a los cuidados al final de la vida tiene una gran importancia la comunicación que se establece con el paciente y su familia ya que de ella depende muchos de los cuidados que tenemos que proporcionar: confianza tranquilidad, información. Pero a veces sucede que cuanto más se acerca la muerte, no sabemos qué decir, como actuar, nos sentimos inseguros porque los grandes interrogantes del paciente en relación con la muerte también son los nuestros. Pero el paciente, lo que en realidad necesita es nuestra presencia, nuestra actitud de escucha y, a veces, nuestro silencio, porque también a través del silencio se comunica. Los gestos, las miradas o las sonrisas comunican, a menudo,  mucho más que las palabras… sobre todo cuando de hablar de emociones se trata. Sólo es necesario aprender a “oírlas”.

 Quiero también hacer una pequeña mención a las creencias personales, pues aunque uno puede no compartirlas, las respeta, porque sabe que ejercen en las personas que las tienen una influencia muy positiva como apoyo y esperanza en la aceptación de la enfermedad y muerte y en la elaboración del duelo.

  El papel de la enfermera ante la muerte se relaciona con el alivio del sufrimiento, pero… ¿qué tipo de sufrimiento? Nos acercamos sólo al sufrimiento físico y los sentimientos y  las emociones… las apartamos. Nuestra labor es también  paliar la angustia espiritual y el dolor psicológico además de atender las necesidades de tipo fisiológico.  Ya sabemos que trabajar en un contexto de pérdida como es el proceso de morir, implica convivir con emociones que nos dejan huella y que se necesita mucha entereza y que incluso así, hay cosas que  golpean, afectan y conmueven  demasiado, pero la bata blanca no  puede representar nunca un símbolo de distancia  ni una  armadura emocional que limite nuestro contacto con el paciente y lo reduzca solamente a la atención de unos síntomas. Sólo actuando desde la humanidad tomará  sentido nuestra profesión.




Bibliografía:

Maza Cabrera M, Zavala Gutiérrez M, Merino Escobar JM. Actitud del profesional de enfermería ante la muerte. [Online]. Ciencia y enfermería XV (1): 39-48, 2008. Consultado el 20/1/2013. Disponible en: http://www.scielo.cl/pdf/cienf/v15n1/art06.pdf


1 comentario:

  1. Realmente muy emotivo Claudia. La expresividad es realmente buena, excepcional. Un tema del que mucho se ha hablado y se hablará. "bonita reflexión"

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