domingo, 24 de febrero de 2013

El camino









  “Que este camino que recorro me lleve a la realización de mis sueños”


  Han transcurrido siete semanas desde que empecé mis practicas en el Servicio de Urgencias y  el viernes 22 de febrero,  ha sido mi último día en esta Unidad ,por lo tanto,  es necesario y obligado que realice una valoración sincera y honesta de lo que ha supuesto para mí esta vivencia desde el punto de vista profesional y como ser humano.

  A lo largo de todos estos días ha habido momentos muy buenos en los que me sentí  muy hábil y segura sobre todo en la realización de técnicas:   canalización de vías, sondas vesicales, sondas nasogastricas;  también fue muy satisfactorio cuando realicé con éxito mi primera  gasometría  arterial. Pero he tenido también  momentos menos  buenos, sobre todo, aquellos motivados por las situaciones de emergencia que se vivieron en la Unidad y que provocaron mucho estrés en todos los allí presentes. El vivir la tensión y los nervios que provoca una actuación basada en la rapidez en la toma de decisiones y actuaciones para salvar una vida, ocasiona un desgaste  psicológico enorme.

   Creo que uno de las cosas que he mejorado en  este rotatorio es dar el parte a la enfermera del turno siguiente,  pues había días que a lo largo de la mañana era tan alto el volumen de altas y de ingresos que al final tenia tal lío en mi cabeza de nombres, caras, patologías, conversaciones, que siempre se me olvidaba algo o me costaba identificar a ese paciente con el que había pasado apenas un par de minutos . Finalmente he conseguido mejorar en este aspecto aunque sigue habiendo detalles que se me escapa ya que el ritmo de trabajo es muy rápido y la carga asistencial muy grande, pero confío que con el tiempo llegue el momento que no se me escape ni el más mínimo detalle.

  En lo que respecta a la comunicación con el paciente, creo que éste es uno de los grandes retos que tiene hoy la Sanidad y que es tarea de todos los profesionales  cambiar la forma actual de comunicarnos con  el paciente  para conseguir que ésta sea de autentica  “ayuda”.  Tenemos que aprender a mirar, preguntar y averiguar cómo está viviendo y sintiendo el paciente el proceso de su enfermedad, debemos preguntarle siempre por sus molestias y preocupaciones;  intentar aprender a respetar e interpretar sus silencios  sin  correr a llenarlos porque éstos nos hagan sentir a nosotros  incómodos ;  debemos intentar no juzgar sus comportamientos porque están motivados por el dolor y la enfermedad y no debemos en modo alguno, etiquetarlos según nos  den poco o mucho trabajo, o sea,  que debemos cambiar muchas cosas que creo que no se hacen bien  a la hora de establecer esa relación que debe basarse siempre , no en lo que nosotros decimos  y pensemos, sino lo que dice, piensa,  siente y  expresa  el paciente.

  Reseñar la importancia de realizar campañas  educativas dirigidas  a la población para promover  el buen uso y distribución de las Urgencias para que  aquellos pacientes con enfermedades menores acudan en primer lugar al servicio de Atención  Primaria de Urgencias y no saturen así este  Servicio  de Urgencias que debe de recibir sólo aquellos casos en que esté en riesgo la vida del paciente.

  De este rotatorio me llevo todo: Las experiencias buenas y las menos buenas porque todas me ayudan a crecer como ser humano y me enseñan un poquito más de esta profesión  que un día elegí recorrer y en la  que uno no deja nunca de ser un mero aprendiz.

jueves, 21 de febrero de 2013

Acompañar






  Hoy quiero hablar acerca de la importancia que tiene para mí los cuidados paliativos y para ello me gustaría presentar el siguiente caso: se trata de un paciente varón de 69 años que acudió a urgencias por un deterioro del estado general. Padece un cáncer de colon diagnosticado hace muy poco tiempo pero que ha tenido una progresión muy rápida; recibió tratamiento con radioterapia y  actualmente está con quimioterapia.

  En el momento de ir a canalizarle la vía, aprovecho para intentar conversar un poco con él y con su familiar, una hija.  El paciente  no responde verbalmente a mis preguntas  y yo no insisto  porque creo que en el silencio también  hay comunicación y en este caso es lo más prudente.  Lo cierto es que nadie nos ha enseñado a gestionar adecuadamente esos silencios que a veces nos ponen tan nerviosos y creemos que tenemos que llenarlos con palabras vacías.

  Su hija me fue contando con un tono amargo de voz por todo lo que habían pasado,  necesitaba desahogarse con alguien, escucharse a sí misma ,y al final  no pudo aguantar más y comenzó a llorar,  entonces le agarró la mano y  me dijo estas palabras que me llegaron muy hondo: “el no quiere que se le mantenga vivo, no quiere sufrir más”, luego mirándole le dijo:“Creo que ya has tirado la toalla, pero yo no lo haré nunca”.

  Durante esos minutos me inundó un sentimiento de impotencia, que me presionaba el pecho y cuando empezó a llorar éste creció aún más; sentí sus palabras y las sentí como mías, pues me afectaron.  ¿ y  ahora yo  qué hago con todo esto que siento?   Como gestiono mi pena, rabia e impotencia…. A veces es difícil manejar las emociones: las propias y las ajenas, pero lo adecuado a mi juicio es no  intentar  minimizarlas  ni cambiarlas sino darles salida porque son  sentimientos  que son necesarios sentir y expresarlos. Si  estas emociones no se viven cuando aparecen  seguro que nos pasarán factura más tarde. Tras recobrarme un poco del impacto de sus palabras, traté simplemente de hacerle ver que estaba ahí  con ella y que la escuchaba porque me importaba su dolor.

  Durante el curso pasado tuve la gran oportunidad de estar un par de meses en una unidad de oncología, fue una experiencia única el  acompañar en el día a día al enfermo y su familia,  escucharle , mostrarme sensible y estar pendiente de los  pequeños detalles que le reportaban confort porque cuando un paciente te hace partícipe de su vida y te abre su alma se establece una relación de complicidad, de ayuda mutua y digo de ayuda mutua porque cada uno de los pacientes o de los familiares a los que he  cuidado me  han enseñado algo a través de de su forma de afrontar la enfermedad, de sus experiencias , de sus decisiones;  y esto no se aprende en los libros porque son sencillas lecciones de vida.

  Sin duda la enfermería paliativa es una de las especialidades más duras que existen, pero acompañar hasta el final, enseñar a vivir hasta el último minuto dando vida a los días ,es la misión más hermosas y reconfortante del personal de paliativos ya que ayuda a crecer y a comprender algo más del comportamiento humano, que siempre es  fascinante.

jueves, 14 de febrero de 2013

Más allá de un rostro









 Hoy ha acudido a la consulta una paciente de 38 años con disnea, presenta también otros trastornos como hipotiroidismo, obesidad mórbida y sindrome de down.

 He elegido este caso porque he visto que mi paciente tiene problemas de salud específicos y que por ellos está expuesta a una mayor fragilidad a lo largo de su vida, prueba de ello es que las personas que padecen este Síndrome tienen otras enfermedades asociadas y envejecen prematuramente, siendo su esperanza de vida no superior a los 60 años y también por ahondar en una mayor información que me permita conocer y luchar contra los tópicos que han rodeado y rodean a estas personas para hacer que tengan una vida más normalizada y una asistencia más justa, en resumen: para no decir “es que no sabía” porque ahora ya sé un poco más.

  Ninguna pareja, cuando espera un hijo, desea que este nazca con una enfermedad o problema de salud. Pero esto no siempre sucede y en un porcentaje no despreciable de embarazos surgen problemas y se producen patologías neonatales, dentro de ellas están las genéticas  y de éstas la más común es la trisomía 21 que origina el Síndrome  de Down. En el momento de la concepción se hereda información genética de los  padres en la forma de 46 cromosomas: 23 de la madre y 23 del padre. Sin embargo, en la mayoría de los casos de síndrome de Down, también conocido como trisomía 21,  se hereda un cromosoma de más, el nº 21, teniendo un total de 47 cromosomas en vez de 46.  La presencia de este cromosoma extra origina un desequilibrio en el modo en que los genes dirigen y regulan la constitución, el desarrollo y la función de diversos aparatos, órganos y sistemas del organismo humano, como consecuencia, en algún momento de la vida pueden funcionar de manera desajustada y originar una alteración patológica que es causa de enfermedad.

  Pero ni las personas con Síndrome de Down son todas iguales, ya que presentan una gran variedad de diferencias individuales con distintas capacidades cognitivas, sociales, de salud y personalidad; ni tampoco  las alteraciones patológicas son exclusivas del Síndrome de Down,  ya que aparecen en todos los seres humanos, lo que sucede es que tienen más probabilidades de tener enfermedades  asociadas y las que más les afectan son:

Ø  cardiopatías. Aproximadamente la mitad de los bebés tiene defectos cardíacos. Algunos defectos son de poca importancia y pueden tratarse con medicamentos, pero hay otros que requieren cirugía.

Ø  Problemas intestinales.  el 12 por ciento nace con malformaciones intestinales que tienen que ser corregidas quirúrgicamente.

Ø  Problemas de visión. Más del 60 por ciento tiene problemas de visión, como esotropía (visión cruzada), miopía o hipermetropía y cataratas.

Ø  Pérdida de la audición. Aproximadamente el 75 tiene deficiencias auditivas. Éstas pueden deberse a la presencia de líquido en el oído medio (que puede ser temporal), a defectos en el oído medio o interno o a ambas cosas.

Ø  Infecciones. tienden a resfriarse mucho y a tener infecciones de oído y, además, suelen contraer bronquitis y neumonía.

Ø  Problemas de tiroides. Aproximadamente el uno por ciento nace con hipotiroidismo congénito, una deficiencia de la hormona tiroidea que puede afectar el crecimiento y el desarrollo cerebral.

Ø  Leucemia. Menos de uno de cada 100 niños con síndrome de Down desarrolla  leucemia.

Ø  Pérdida de la memoria. Las personas con síndrome de Down son más propensas que las personas no afectadas a desarrollar la enfermedad de Alzheimer (caracterizada por la pérdida gradual de la memoria, cambios en la personalidad y otros problemas.

  Los avances existentes en el campo de la pediatría han conseguido un aumento en la esperanza de vida de las personas que padecen este síndrome, pero según Down España los médicos “no reciben formación en el síndrome de Down ni siquiera en la  especialización a excepción de los pediatras lo que se traduce en que una vez que dejan de ser niños, se encuentran con un vacío médico. Se ha conseguido que sean adultos y ancianos pero no se sabe aún atender las necesidades que tiene en patologías como el Alzheimer o simplemente no se sabe a qué se deben  los cambios de conducta, la tristeza, el desinterés que pueden desencadenarles  depresiones u otras enfermedades neurológicas . “La salud mental es el gran reto en el Síndrome Down  pues está demostrado que los que padecen este síndrome desarrollan un envejecimiento prematuro que hace que las características propias del anciano se manifiesten en ellos a edades más tempranas, precisando por ello unos cuidados geriátricos, por esta razón tenemos que incluirlos dentro del grupo de” persona mayor de alto riesgo” o “anciano frágil”.

  Estuve un rato hablando con su familia que me contó que era “una niña” muy buena y muy cariñosa, que se portaba siempre muy bien, exceptuando cuando la intentábamos pinchar, pues se ponía muy nerviosa y había que sujetarla con fuerza para poder hacerlo. Ella no hablaba, se limitaba a mirarme, yo creo que con miedo. A lo largo de la mañana pasé a verla en varias ocasiones y le hablaba y acariciaba la mano siempre y al final conseguí que  esbozara una pequeñísima sonrisa que para mí fue todo un triunfo.

Los pacientes son síndrome de Down  necesitan una atención más especial y diferente que el resto. ¿ podríamos decir que vivir con esta enfermedad es una desventaja? ¿ Se sentirán alguna vez despreciados o inferior al resto de la humanidad? Sin duda es un error creer que vivir en "desventaja" significa vivir sumergido en la mas temible oscuridad; cada persona aprendemos a vivir con lo que tenemos, a sobrellevar la enfermedad; no por estar más sano se va a ser más feliz; a veces la felicidad se encuentra en las pequeñas cosas de la vida y hay que saber aprovecharlas.

  Personalmente, creo que es también un error, referirse a las personas con síndrome de Down como «los niños» o «los chicos», aunque estos tengan cincuenta años. No se les puede tratar como eternos niños porque no lo son, su vida no puede quedar congelada en la infancia, su vida sigue y pasa distintas etapas como la de todo el mundo; tenemos que comprender que si bien la persona puede ser infantil en ciertos aspectos, en otros también tiene ilusiones, sueños y esperanzas muy adultos. La actitud de la sociedad ante la discapacidad va experimentando un cambio, aunque lento, lo que la hace más humana pues donde hay una imperfección, una deficiencia, siempre hay seres humanos que se crecen en su esfuerzo por superarla. Por ello, cuando tendemos a identificarlos por su patología y no por su ser, por su persona, es como si retrocediésemos en lo avanzado, ¡todavía hay muchos muros que derribar!


Según palabras del responsable de la unidad de Atención a Adultos con Síndrome de Down del Hospital de la Princesa de Madrid, el internista Fernando Moldenhauer “Las personas con discapacidad generan rechazo en el mundo sanitario, que las tiene muy abandonadas. Solo al ganar experiencia con ellos se les puede proteger del encarnizamiento del propio entorno sanitario."

La grandeza de nuestra condición humana se manifiesta en nuestra capacidad para captar, atender y acoger lo más quebradizo, lo más débil de la vida .y nadie es quien para decidir qué tipo de vida merece ser vivida, ni tampoco para destruirla por el hecho de que no encaje dentro de un prototipo.


Bibliografía:

Down España: http://www.sindromedown.net/index.php?idMenu=12&int1=1121

Artigas López M. Síndrome de Down. (Trisomia 21).[Online]. Consultado el 13/2/13. Diponible en:
http://www.aeped.es/sites/default/files/documentos/6-down.pdf

sábado, 9 de febrero de 2013

Tentativa







“Hay algunos pacientes a los que no podemos ayudar...
pero no hay ninguno al que no podamos dañar”


     El viernes a primera hora de la mañana, coincidiendo con el cambio de turno, vinieron los de mantenimiento para avisar que habían encontrando a un paciente tirado en el suelo de un patio. Este era un paciente psiquiátrico que había intentado quitarse la vida lanzándose desde varios pisos de altura; no era la primera vez que lo intentaba, pues anteriormente se había autolesionado acuchillándose en la zona abdominal.

  Fue atendido in situ por una enfermera y el personal de mantenimiento, siendo posteriormente colocado en una camilla y trasladado a la Sala de Urgencias donde se le colocó “posteriormente" y no en un principio el collarín cervical. A simple vista se podía observar que tenía el abdomen abierto, siendo visibles las vísceras y presentaba también una posible fractura en  MMII, a demás de múltiples  traumatismos por todo el cuerpo.

  Primeramente se le realizó el aislamiento de la vía aérea mediante intubación endotraqueal, controlando en todo momento la columna cervical, a su vez, se realizó la canalización de VVP para control hemodinámico del paciente y administración de cristaloides vía intravenosa. El paciente comenzó con tensiones de 70/40 y bajando; de pronto, entró en parada cardiorrespiratoria y se le realizaron las maniobras de RCP  con masaje cardiaco externo independiente de la vía aérea, pues el paciente ya estaba  intubado; minutos más tarde salió de la PCR y posteriormente fue trasladado a la  UCI.

  La Reanimación Cardiopulmonar (RCP) se realiza cuando la víctima sufre una parada cardio-respiratoria, esto es la interrupción brusca e inesperada de la respiración y de la circulación espontánea. En esta situación de gravedad extrema se inicia una lucha contrarreloj en la que los segundos son vitales. Esta reanimación reta a los profesionales de la salud a tomar decisiones rápidas, bajo una presión enorme, siendo necesario una seguridad absoluta y un gran autocontrol.

  Según un video de vigilancia, en un descuido del personal, se dejó la puerta abierta y el paciente aprovechó el momento para escapar y lanzarse al vacío.

  Habrá que estudiar ¿Qué falló? ¿Cómo consiguió escaparse y lanzarse por una de las ventanas? ¿Qué actividades serían aconsejables realizar para evitar que se repitan casos como este?

 Un estudio realizado en el Reino Unido establece que el intento de suicidio grave es un pronóstico de suicidio consumado y que el 10% de los intentos terminan en suicidio y que el 20%  lo intentarán de nuevo dentro del primer mes  Sugiere también que los pacientes que se autoinflingen heridas cortantes tienen mayor riesgo de suicidio que los que utilizan otros métodos, esto probablemente esté relacionado al nivel de impulsividad de estos pacientes.

  La OMS define "el acto suicida" como toda acción por la que un individuo se causa a sí mismo un daño, con independencia del grado de intención letal y de que conozcamos o no los verdaderos motivos.

  Creo necesario en este ámbito una formación especial del personal sanitario, saber qué preguntar al paciente, cómo hacer la valoración de este y cómo actuar ante él y ante cada situación; demás de conocer los protocolos de actuación según la situación que se nos plantee.

Los pacientes ingresados tras una tentativa de suicidio requieren una vigilancia especial, y disponer las medidas de contención preventivas; como controlar el acceso a ventanas , que estas dispongan de mecanismos que impidan la apertura manual, y controlar las escaleras, eliminar todos los objetos que puedan ser usados para autolesionarse. situarlos en una habitación con otro paciente y  cerca del control de enfermería, facilitar la presencia continuada de un familiar, así como un seguimiento muy minucioso por parte del personal sanitario. Las primeras horas de hospitalización del paciente y los cambios de turno son los momentos de mayor riesgo.

  Los suicidios y los comportamientos suicidas causan severas consecuencias a nivel personal, social y económico; siendo una urgencia psiquiátrica frecuente que representa el 1% de los ingresos de los servicios de urgencias de los hospitales generales.

  Como enfermeras, la prevención es la principal intervención terapéutica. Debemos de identificar a aquellos que puedan tener un riesgo de suicidio; determinar la existencia y el grado de éste y tratar y controlar los síntomas que puedan poner al paciente en riesgo de suicidio.

  Respecto a la RCP, tengo que decir que hasta hoy no había tenido ninguna experiencia previa, aunque había oído relatar a compañeras que ya la habían vivido, que era  una experiencia emocionante. Yo, si tuviese que poner un nombre a la situación diría que “desbordante”. Personalmente, fue extremadamente impactante ver el estado físico en el que se encontraba el paciente con todos esos traumatismos y heridas abiertas…es algo que no se te olvida y menos si es, como en mi caso, la primera vez que lo ves y lo vives.

Pude sentir perfectamente el estrés que se respiraba en la sala y la impotencia que sentí fue grande porque  estaba allí  y sólo podía mirar  como el equipo luchaba  y se afanaba en salvar una vida que en este caso no quería ser salvada y si algo aprendí, fue la importancia que tiene un buen trabajo en equipo a la hora de realizar las maniobras y de minimizar el tiempo que en estos casos es vital para salvar la vida del paciente.


Me pregunto si me encontrara ante una situación igual, siendo yo la responsable...¿ cómo lo llevaría? ¿Podría el estrés, los nervios, conmigo? A veces este tipo de situaciones pueden llevar tu cuerpo y tu mente hasta límites insospechados,  pueden  nublarte tus miedos internos  o pueden hacer que te superes a ti mismo y hagas lo que debes hacer, con coraje y decisión, sin dudas ni temores.

Son muchas las preguntas que se pasan por la cabeza durante las prácticas clínicas, pero solo hay una forma de obtener la respuesta a ellas: vivirlas.


  El área de Urgencias es a mi juicio donde se da un mayor desgaste del profesional sanitario, pues éste constantemente  se enfrenta a situaciones muy estresantes que exigen  de él  una gran rapidez en la toma de decisiones, una gran capacidad de priorizar cuidados  y  un  adecuado control de las técnicas.

Bibliografía:


Cano Domínguez P, Pena Andreu J.M, Ruiz M. Las conductas suicidas. [Online]. Departamento de Psiquiatría y  Psicología Médica. Universidad de Málaga. Consultado el 8/2/13.
Disponible en:
http://www.medynet.com/usuarios/jraguilar/Manual%20de%20urgencias%20y%20Emergencias/suicidas.pdf


Rojas Rodríguez S.M. Atención de enfermería a pacientes  con afecciones psiquiátricas. [Online].La habanna: Editorial ciencias-medicas.2007. Consultado el 9/2/13. Disponible en:http://newpsi.bvs-psi.org.br/ebooks2010/en/Acervo_files/AtencionEnfermeria.pdf

  







  







miércoles, 6 de febrero de 2013

Fragilidad





  Hoy he escogido para hacer la reflexión en mi diario a un paciente varón de 84 años que acude a urgencias por cuadro confusional; la hija refiere que está muy agitado, que lleva quince días gritando todas las noches, que no les deja dormir y que están desbordados. Le han diagnosticado un posible comienzo de demencia y se le están haciendo diversas pruebas. Actualmente, lleva  ya dos días en urgencias y  está en espera de una cama para su ingreso en  planta.

  El motivo que me ha llevado a escoger este caso es porque me gustaría tratar, aunque sea brevemente, dos aspectos de suma importancia en la sociedad actual: la saturación del servicio de urgencia y la atención que en él se dispensa al paciente anciano.

  La época del año en la que nos encontramos hace que acudan a este servicio muchos pacientes, en su mayoría personas ancianas, aquejados de un proceso gripal que provoca serías complicaciones en sus patologías crónicas y que hace necesario su ingreso. La sección de ”camillas” donde hoy me encuentro sufre a menudo una saturación tan grande de pacientes que  es preciso recolocarlos  en los pasillos , afectando esto tanto a la privacidad de los pacientes como al buen funcionamiento del servicio e incluso, diría aún más, a la imagen que da el hospital.

  Esta saturación obedece, entre otras cosas, al hecho de que los pacientes de las camillas están en espera de una  cama para poder ingresar en planta y al no poder hacerlo por no estar disponible deban permanecer en este servicio, lo que trae como consecuencia por un lado, un aumento del tiempo en este área y por otro, que los pacientes que deben ingresar en esta zona no puedan hacerlo y se les tenga que colocar en los ”pasillos” donde no hay vigilancia sanitaria permanente, ni intimidad, ni las más mínimas condiciones generales para este tipo de estancia. Ante esta circunstancia me pregunto… ¿cómo es posible que esto se repita año tras año y no se intente poner una solución adecuando el servicio a las necesidades epidemiológicas o de cualquier otra índole que se presente?  ¿A qué  se espera para realizar una adecuada  infraestructura que ofrezca la flexibilidad y la rapidez de actuación necesarias en momentos de fuerte demanda? ¿Qué “Futuro” espera entonces a la Sanidad si  los hospitales van haciendo recortes de  personal  y cerrando camas? …Estas preguntas tienen que tener solución porque hasta ahora, la única certeza que tenemos es que trabajar así conlleva  consecuencias nefastas para todos y sobre todo para el paciente.

  Estudios recientemente publicados que analizaron el uso de las urgencias han evidenciado un incremento progresivo de las visitas en la población mayor de 65 años. Los datos actualmente disponibles calculan que el paciente anciano representa más del 15-25% de las consultas urgentes. Los ancianos son pacientes con pluripatología y plurifarmacología que no responden al modelo tradicional de “un paciente, una patología”. Las patologías más frecuentes motivo de consulta en Urgencias en las distintas especialidades son los síndromes geriátricos, el cuadro confusional agudo, las caídas y el deterioro funcional, así como otras patologías médicas como la cardiopatía isquémica, la reagudización de problemas crónicos, el ictus, la fractura de cadera o el abuso y el maltrato de estos pacientes.  Cuando el  anciano acude al servicio de urgencias y, más aún, cuando es un anciano “frágil”, se le debe considerar un paciente de riesgo porque se ha visto que presenta un mayor número de complicaciones, un mayor porcentaje de ingresos o de muerte.
 Y puesto que su valoración es compleja, el modelo de atención debe ser global y no debe abarcar sólo el episodio médico, sino también hacer una valoración funcional, mental y social.

Incorporar especialistas en geriatría en la atención de urgencias es algo bastante factible y que está demostrando ser muy eficiente pues permite un manejo más adecuado de los pacientes de edad avanzada al facilitar una toma de decisiones más acertada derivada del estudio funcional previo del paciente y de una interpretación más ajustada de su sintomatología, al tiempo que reduce hasta un 25 %  los ingresos de pacientes a los que la permanencia en el hospital no supondría ningún beneficio.

 Por otro lado, me gustaría señalar que  los espacios físicos de urgencias no están diseñados para las personas mayores, son espacios hostiles para las personas de edad avanzada porque carecen de luz natural, tienen poca intimidad, hay un trasiego constante de personas que no conocen y pueden encontrarse perdidos, tener miedo, desorientarse y agitarse y las camillas son altas y estrechas y les resulta difícil subir a ellas; además hay ancianos con cierto deterioro cognitivo y fragilidad y es importante que estén acompañados, sin embargo no siempre es posible ya que el espacio de urgencias no está bien diseñado. Por todo ello, es importante mantener una buena coordinación con otros recursos asistenciales, para que los procesos en el anciano se resuelvan cuanto antes y duren el menor tiempo posible en urgencias.

  Respecto a la situación personal y familiar del caso referido anteriormente ¿Dónde recibiría el paciente los mejores cuidados? ¿Sería oportuno pensar en una residencia como posible opción? , 

  Personalmente, pienso que las personas mayores  deberían permanecer en su domicilio el mayor tiempo posible porque abandonar la casa donde uno ha vivido la mayor parte de su vida rodeado de sus objetos personales y de sus recuerdos y trasladarse a una residencia supone muchos cambios y está cargado de sentimientos muy fuertes ya que supone que la persona anciana tenga que adaptarse a una serie de normas y horarios, aprender nuevas rutinas, incorporar nuevos sonidos, acostumbrarse a vivir en espacios compartidos con personas desconocidas

  Sin embargo, es cierto que en ocasiones, debido a la situación familiar del paciente, no se le pueden dar los cuidados que este precisa y es necesario llevarle a un centro donde se le dé una atención sanitaria de calidad orientada a suplir las necesidades pertinentes.

  Cuando un anciano ingresa en una residencia necesita de un periodo de adaptación  individualizado y extenso en el que está implicado no sólo el residente sino también su familia y el centro que lo acoge. Se debería procurar estrategias, comportamientos y actuaciones que maximicen los efectos positivos del ingreso y que reduzcan los negativos; además de proporcionar un gran apoyo; pues son  momentos de gran estrés, por una parte el anciano por el abandono del hogar y de las posesiones de toda una vida y  por el otro la familia por el sentimiento de fracaso y culpabilidad que genera ingresar a un ser querido en una residencia.



Bibliografía:

Martín-Sánchez F.J, Fernández Alonso C, Merino C. El paciente geriátrico en urgencias. [Online]. Anales Sis. San Navarra v.33  supl.1. Pamplona. 2010. Consultado el 5/2/13. Disponible en: http://scielo.isciii.es/scielo.php?pid=S1137-66272010000200017&script=sci_arttext


Torres Ojeda  J, Pena Andreu J.M. El paciente agitado: su manejo en urgencias. [Online]. Cátedra de Psiquiatría y Psicología Médica. Málaga. Disponible en: http://www.uclm.es/profesorado/jtorre/DOCUMENTOS/PSIQUIATR/temas/tema1/agitado%20en%20urgencias.pdf