El
paciente del que voy a hablar hoy suele
ingresar con regularidad en el Servicio debido a disneas. En esta ocasión lo
hace por rectorragía, anemia y disnea. Hace 6 días se le transfundieron dos
concentrados de hematíes.
Padece una parálisis cerebral infantil por
anoxia con retraso motor, deformidad osteoarticular y raquídea grave con
atrofia marcada que le impide la marcha autónoma. Ha padecido varios episodios
de infección respiratoria en los últimos años. Hemorragia digestiva alta en
2012. Vive con sus padres. Es dependiente para todas las actividades de la vida
diaria y se desplaza en silla de ruedas.
Muchos hogares españoles tienen entre sus
miembros a un discapacitado, ya sea físico o psicológico, por ello y
aprovechando que esa es la condición física
de mi paciente, me propongo hacer una reflexión personal
sobre el tema, pero destacando la condición especial de este paciente que pese
a tener una discapacidad física importante ha realizado estudios universitarios: es diplomado en filosofía. Esto
que parece dato anecdótico, no lo es en el caso de un discapacitado, pues ha
tenido que derribar muchos muros para llegar a la universidad y no me refiero solo a barreras arquitectónicas que las hay y muchas, teniendo en cuenta que los espacios
siguen sin estar adaptados. Las calles, los edificios, las universidades
siguen siendo obstáculos insalvables que limitan su actividad y su vida y eso
sin contar otras innumerables dificultades que han de salvar: barreras psicológicas, actitudes familiares y
sociales, baja autoestima . Todo ello
supone un sobreesfuerzo diario. Cada día
tiene que ser para estas personas como una prueba de fondo.
Y todos
podemos, en un momento determinado de nuestra vida, vernos inmersos en esa condición, porque un día
se nos cruzó en el camino y nos encontramos sin quererlo, ni elegirlo, con
una enfermedad o accidente que nos lleva
a comenzar la vida desde cero, teniendo que luchar por aceptar
en primer lugar la discapacidad
y más tarde enfrentar la nueva
realidad porque ser discapacitado supone
tener una condición distinta pero no significa que se tenga que tener una
forma de vivir distinta : quieren vivir
y sentir y tener las mismas necesidades de amor y respeto que los demás .
Sin embargo, no solo pienso en qué sentirá y
cómo habrá conseguido seguir adelante en todo este tiempo, sino que, otra de
las cosas que se me viene a la mente es la familia, pues esta es el centro de
todo. ¿Cómo habrán superado todos los momentos difíciles que cada día les
plantea la vida? Los padres de mi paciente son personas mayores y la carga
asistencial para ellos es enorme ¿les
habrá sobrepasado en algún momento la gran responsabilidad que recae
sobre ellos? ¿Sentirán angustia ante la incertidumbre de lo que será de su hijo
cuando ellos fallezcan? Supongo que sí.
En las familias donde hay algún ser querido con discapacidad las
necesidades específicas de cuidado chocan con otras actividades y es lógico que
halla cambios: cambios en las relaciones familiares, en el tiempo libre, en la
economía, en el estado de ánimo e incluso en la salud. Todos estos cambios no
siempre son vividos como perdidas, hay familias que a pesar del sufrimiento
sienten que han aprendido mucho como seres humanos caminando al lado de un hijo
con discapacidad.
¿Habrán recurrido a alguna ayuda social? Es
cierto que muchas familias no desean dejar la carga de trabajo a otra persona,
no quieren abandonar a su pariente, por mucho daño que les haga el estar
continuamente a su lado, tanto física como mentalmente y otros simplemente desconocen que existen estas
ayudas.
Existen varios programas en los que el
objetivo es conseguir un “alivio” del cuidador, de forma periódica o temporal,
de su responsabilidad y de las demandas de cuidado, generadas por la asistencia
a la persona dependiente.
Pero no podemos quedarnos en una visión estereotipada
de la discapacidad: paralíticos, ciegos. Sordos etc. pues tiene múltiples
variantes es el caso por ejemplo del
envejecimiento las personas mayores
tienen un riesgo grande de discapacidad y es necesario crear una red de
asistencia donde prime la dignidad y el respeto.
No se puede negar que una discapacidad
condiciona el modo de vivir. Sin embargo hay que luchar para que esa condición no determine toda la vida. Hay que pensar en ella como una circunstancia
de la vida .Quiero acabar con una frase de Wayne Dyer que nos invita a
ver la vida con otros ojos: “
Cambia tu forma de ver las cosas y las cosas cambiarán".
Bibliografía empleada:
Revista digital del colegio oficial de diplomados en
trabajo social y AA.SS. Informe mundial de discapacidad. [Online]. Las Palmas.2012. Consultado el 18/1/2013. Disponible en: http://trasosdigital.wordpress.com/2012/08/03/informe-mundial-de-discapacidad-resumen/
Carretero Gómez S, Garcés Ferrer J, Ródenas Rigla F.
La sobrecarga de las cuidadoras de personas dependientes: análisis y propuestas
de intervención psicosocial. [Online]. Consultado el 18/1/2013.
Me ha gustado mucha ésta reflexión que has hecho, el abordaje psicosocial en un paciente con serias discapacidades. Has hecho un comentario especialmente cargado de significación:
ResponderEliminar""Todos estos cambios no siempre son vividos como perdidas, hay familias que a pesar del sufrimiento sienten que han aprendido mucho como seres humanos caminando al lado de un hijo con discapacidad.""
Quizás nuestra visión profesional se quede en lo meramente clínico, sin embargo has ido un poco mas alla, materializando en esta reflexión aquello de lo que tanto hablamos, la visión holistica del paciente.
Muchas veces adquirimos el estereotipo de asignar al discapacitado físico la discapacidad mental, sin embargo, el caso que nos ocupa es una de las numerosisimas excepciones. Una buena valoración enfermera evitará este tipo de errores que a menudo se cometen
Bien Claudia