Hoy he escogido para hacer la reflexión en mi diario a un paciente varón
de 84 años que acude a urgencias por cuadro confusional; la hija refiere que
está muy agitado, que lleva quince días gritando todas las noches, que no les
deja dormir y que están desbordados. Le han diagnosticado un posible comienzo de
demencia y se le están haciendo diversas pruebas. Actualmente, lleva ya dos días en urgencias y está en espera de una cama para su ingreso
en planta.
El motivo que me ha llevado a escoger este caso es porque me gustaría
tratar, aunque sea brevemente, dos aspectos de suma importancia en la sociedad
actual: la saturación del servicio de urgencia y la atención que en él se
dispensa al paciente anciano.
La época del año en la que nos encontramos hace que acudan a este
servicio muchos pacientes, en su mayoría personas ancianas, aquejados de un
proceso gripal que provoca serías complicaciones en sus patologías crónicas y
que hace necesario su ingreso. La sección de ”camillas” donde hoy me encuentro
sufre a menudo una saturación tan grande de pacientes que es preciso recolocarlos en los pasillos , afectando esto tanto a la privacidad
de los pacientes como al buen funcionamiento del servicio e incluso, diría aún
más, a la imagen que da el hospital.
Esta
saturación obedece, entre otras cosas, al hecho de que los pacientes de las
camillas están en espera de una cama
para poder ingresar en planta y al no poder hacerlo por no estar disponible deban
permanecer en este servicio, lo que trae como consecuencia por un lado, un
aumento del tiempo en este área y por otro, que los pacientes que deben
ingresar en esta zona no puedan hacerlo y se les tenga que colocar en los ”pasillos” donde
no hay vigilancia sanitaria permanente, ni intimidad, ni las más mínimas
condiciones generales para este tipo de estancia. Ante esta circunstancia me
pregunto… ¿cómo es posible que esto se repita año tras año y no se intente poner
una solución adecuando el servicio a las necesidades epidemiológicas o de cualquier
otra índole que se presente? ¿A qué se espera para realizar una adecuada infraestructura que ofrezca la flexibilidad y
la rapidez de actuación necesarias en momentos de fuerte demanda? ¿Qué “Futuro”
espera entonces a la Sanidad si los
hospitales van haciendo recortes de
personal y cerrando camas? …Estas
preguntas tienen que tener solución porque hasta ahora, la única certeza que
tenemos es que trabajar así conlleva
consecuencias nefastas para todos y sobre todo para el paciente.
Estudios recientemente publicados que analizaron el uso de las urgencias
han evidenciado un incremento progresivo de las visitas en la población mayor
de 65 años. Los datos actualmente disponibles calculan que el paciente anciano
representa más del 15-25% de las consultas urgentes. Los ancianos son pacientes
con pluripatología y plurifarmacología que no responden al modelo tradicional
de “un paciente, una patología”. Las patologías más frecuentes motivo de
consulta en Urgencias en las distintas especialidades
son los síndromes geriátricos, el cuadro confusional agudo, las caídas y el
deterioro funcional, así como otras patologías médicas como la cardiopatía
isquémica, la reagudización de problemas crónicos, el ictus, la fractura de
cadera o el abuso y el maltrato de estos pacientes. Cuando el anciano acude al servicio
de urgencias y, más aún, cuando es un anciano “frágil”, se le debe considerar
un paciente de riesgo porque se ha visto que presenta un mayor número de
complicaciones, un mayor porcentaje de ingresos o de muerte.
Y puesto que su valoración es compleja, el modelo de atención debe ser
global y no debe abarcar sólo el episodio médico, sino también hacer una
valoración funcional, mental y social.
Incorporar especialistas en
geriatría en la atención de urgencias es algo bastante factible y que está
demostrando ser muy eficiente pues permite un manejo más adecuado de los
pacientes de edad avanzada al facilitar una toma de decisiones más acertada
derivada del estudio funcional previo del paciente y de una interpretación más
ajustada de su sintomatología, al tiempo que reduce hasta un 25 % los ingresos de pacientes a los que la
permanencia en el hospital no supondría ningún beneficio.
Por otro lado, me gustaría señalar que los espacios físicos de urgencias no están
diseñados para las personas mayores, son espacios hostiles para las personas de
edad avanzada porque carecen de luz natural, tienen poca intimidad, hay un
trasiego constante de personas que no conocen y pueden encontrarse perdidos,
tener miedo, desorientarse y agitarse y las camillas son altas y estrechas y
les resulta difícil subir a ellas; además hay ancianos con cierto deterioro
cognitivo y fragilidad y es importante que estén acompañados, sin embargo no
siempre es posible ya que el espacio de urgencias no está bien diseñado. Por
todo ello, es importante mantener una buena coordinación con otros recursos
asistenciales, para que los procesos en el anciano se resuelvan cuanto antes y
duren el menor tiempo posible en urgencias.
Respecto a la situación personal y familiar
del caso referido anteriormente ¿Dónde recibiría el paciente los mejores
cuidados? ¿Sería oportuno pensar en una residencia como posible opción? ,
Personalmente, pienso
que las personas mayores deberían permanecer en su domicilio el
mayor tiempo posible porque abandonar la casa donde uno ha vivido la mayor
parte de su vida rodeado de sus objetos personales y de sus recuerdos y
trasladarse a una residencia supone muchos cambios y está cargado de
sentimientos muy fuertes ya que supone que la persona anciana tenga que
adaptarse a una serie de normas y horarios, aprender nuevas rutinas, incorporar
nuevos sonidos, acostumbrarse a vivir en espacios compartidos con personas
desconocidas
Sin embargo, es cierto que en ocasiones,
debido a la situación familiar del paciente, no se le pueden dar los cuidados
que este precisa y es necesario llevarle a un centro donde se le dé una atención
sanitaria de calidad orientada a suplir las necesidades pertinentes.
Cuando un anciano
ingresa en una residencia necesita de un periodo de adaptación individualizado
y extenso en el que está implicado no sólo el residente sino también su familia
y el centro que lo acoge. Se debería procurar estrategias, comportamientos y
actuaciones que maximicen los efectos positivos del ingreso y que reduzcan los
negativos; además de proporcionar un gran apoyo; pues son momentos
de gran estrés, por una parte el anciano por el abandono del hogar y de las
posesiones de toda una vida y por el
otro la familia por el sentimiento de fracaso y culpabilidad que genera
ingresar a un ser querido en una residencia.
Bibliografía:
Martín-Sánchez F.J,
Fernández Alonso C, Merino C. El paciente
geriátrico en urgencias. [Online]. Anales Sis. San Navarra v.33 supl.1. Pamplona. 2010. Consultado el 5/2/13.
Disponible en: http://scielo.isciii.es/scielo.php?pid=S1137-66272010000200017&script=sci_arttext
Torres Ojeda J, Pena Andreu J.M. El paciente agitado: su
manejo en urgencias. [Online]. Cátedra de Psiquiatría y Psicología Médica.
Málaga. Disponible en: http://www.uclm.es/profesorado/jtorre/DOCUMENTOS/PSIQUIATR/temas/tema1/agitado%20en%20urgencias.pdf
Buena percepción de la problemática del paciente anciano en las urgencias, y de las patologías de mayor morbilidad en general. ¿qué soluciones inmediatas se te ocurririan en las urgencias donde ahora estás?
ResponderEliminarCierto es que es poco frecuente ver un geriatra en las urgencias. Aportas los datos de que mejoraria la eficencia de la atención al anciano. ¿porqué no se hará?
Buenas percepciones Claudia, pero no olvides tambien en los cuadernos hablar de ti, de tu experiencia interior, de tu autoevaluación, de cómo te enfrentas a diario a este tipo de situaciones. Recordad que no estais escribiendo en un periódico relatando una noticia, debe ser mas personal. Es mucho mas enriquecedor
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