miércoles, 6 de febrero de 2013

Fragilidad





  Hoy he escogido para hacer la reflexión en mi diario a un paciente varón de 84 años que acude a urgencias por cuadro confusional; la hija refiere que está muy agitado, que lleva quince días gritando todas las noches, que no les deja dormir y que están desbordados. Le han diagnosticado un posible comienzo de demencia y se le están haciendo diversas pruebas. Actualmente, lleva  ya dos días en urgencias y  está en espera de una cama para su ingreso en  planta.

  El motivo que me ha llevado a escoger este caso es porque me gustaría tratar, aunque sea brevemente, dos aspectos de suma importancia en la sociedad actual: la saturación del servicio de urgencia y la atención que en él se dispensa al paciente anciano.

  La época del año en la que nos encontramos hace que acudan a este servicio muchos pacientes, en su mayoría personas ancianas, aquejados de un proceso gripal que provoca serías complicaciones en sus patologías crónicas y que hace necesario su ingreso. La sección de ”camillas” donde hoy me encuentro sufre a menudo una saturación tan grande de pacientes que  es preciso recolocarlos  en los pasillos , afectando esto tanto a la privacidad de los pacientes como al buen funcionamiento del servicio e incluso, diría aún más, a la imagen que da el hospital.

  Esta saturación obedece, entre otras cosas, al hecho de que los pacientes de las camillas están en espera de una  cama para poder ingresar en planta y al no poder hacerlo por no estar disponible deban permanecer en este servicio, lo que trae como consecuencia por un lado, un aumento del tiempo en este área y por otro, que los pacientes que deben ingresar en esta zona no puedan hacerlo y se les tenga que colocar en los ”pasillos” donde no hay vigilancia sanitaria permanente, ni intimidad, ni las más mínimas condiciones generales para este tipo de estancia. Ante esta circunstancia me pregunto… ¿cómo es posible que esto se repita año tras año y no se intente poner una solución adecuando el servicio a las necesidades epidemiológicas o de cualquier otra índole que se presente?  ¿A qué  se espera para realizar una adecuada  infraestructura que ofrezca la flexibilidad y la rapidez de actuación necesarias en momentos de fuerte demanda? ¿Qué “Futuro” espera entonces a la Sanidad si  los hospitales van haciendo recortes de  personal  y cerrando camas? …Estas preguntas tienen que tener solución porque hasta ahora, la única certeza que tenemos es que trabajar así conlleva  consecuencias nefastas para todos y sobre todo para el paciente.

  Estudios recientemente publicados que analizaron el uso de las urgencias han evidenciado un incremento progresivo de las visitas en la población mayor de 65 años. Los datos actualmente disponibles calculan que el paciente anciano representa más del 15-25% de las consultas urgentes. Los ancianos son pacientes con pluripatología y plurifarmacología que no responden al modelo tradicional de “un paciente, una patología”. Las patologías más frecuentes motivo de consulta en Urgencias en las distintas especialidades son los síndromes geriátricos, el cuadro confusional agudo, las caídas y el deterioro funcional, así como otras patologías médicas como la cardiopatía isquémica, la reagudización de problemas crónicos, el ictus, la fractura de cadera o el abuso y el maltrato de estos pacientes.  Cuando el  anciano acude al servicio de urgencias y, más aún, cuando es un anciano “frágil”, se le debe considerar un paciente de riesgo porque se ha visto que presenta un mayor número de complicaciones, un mayor porcentaje de ingresos o de muerte.
 Y puesto que su valoración es compleja, el modelo de atención debe ser global y no debe abarcar sólo el episodio médico, sino también hacer una valoración funcional, mental y social.

Incorporar especialistas en geriatría en la atención de urgencias es algo bastante factible y que está demostrando ser muy eficiente pues permite un manejo más adecuado de los pacientes de edad avanzada al facilitar una toma de decisiones más acertada derivada del estudio funcional previo del paciente y de una interpretación más ajustada de su sintomatología, al tiempo que reduce hasta un 25 %  los ingresos de pacientes a los que la permanencia en el hospital no supondría ningún beneficio.

 Por otro lado, me gustaría señalar que  los espacios físicos de urgencias no están diseñados para las personas mayores, son espacios hostiles para las personas de edad avanzada porque carecen de luz natural, tienen poca intimidad, hay un trasiego constante de personas que no conocen y pueden encontrarse perdidos, tener miedo, desorientarse y agitarse y las camillas son altas y estrechas y les resulta difícil subir a ellas; además hay ancianos con cierto deterioro cognitivo y fragilidad y es importante que estén acompañados, sin embargo no siempre es posible ya que el espacio de urgencias no está bien diseñado. Por todo ello, es importante mantener una buena coordinación con otros recursos asistenciales, para que los procesos en el anciano se resuelvan cuanto antes y duren el menor tiempo posible en urgencias.

  Respecto a la situación personal y familiar del caso referido anteriormente ¿Dónde recibiría el paciente los mejores cuidados? ¿Sería oportuno pensar en una residencia como posible opción? , 

  Personalmente, pienso que las personas mayores  deberían permanecer en su domicilio el mayor tiempo posible porque abandonar la casa donde uno ha vivido la mayor parte de su vida rodeado de sus objetos personales y de sus recuerdos y trasladarse a una residencia supone muchos cambios y está cargado de sentimientos muy fuertes ya que supone que la persona anciana tenga que adaptarse a una serie de normas y horarios, aprender nuevas rutinas, incorporar nuevos sonidos, acostumbrarse a vivir en espacios compartidos con personas desconocidas

  Sin embargo, es cierto que en ocasiones, debido a la situación familiar del paciente, no se le pueden dar los cuidados que este precisa y es necesario llevarle a un centro donde se le dé una atención sanitaria de calidad orientada a suplir las necesidades pertinentes.

  Cuando un anciano ingresa en una residencia necesita de un periodo de adaptación  individualizado y extenso en el que está implicado no sólo el residente sino también su familia y el centro que lo acoge. Se debería procurar estrategias, comportamientos y actuaciones que maximicen los efectos positivos del ingreso y que reduzcan los negativos; además de proporcionar un gran apoyo; pues son  momentos de gran estrés, por una parte el anciano por el abandono del hogar y de las posesiones de toda una vida y  por el otro la familia por el sentimiento de fracaso y culpabilidad que genera ingresar a un ser querido en una residencia.



Bibliografía:

Martín-Sánchez F.J, Fernández Alonso C, Merino C. El paciente geriátrico en urgencias. [Online]. Anales Sis. San Navarra v.33  supl.1. Pamplona. 2010. Consultado el 5/2/13. Disponible en: http://scielo.isciii.es/scielo.php?pid=S1137-66272010000200017&script=sci_arttext


Torres Ojeda  J, Pena Andreu J.M. El paciente agitado: su manejo en urgencias. [Online]. Cátedra de Psiquiatría y Psicología Médica. Málaga. Disponible en: http://www.uclm.es/profesorado/jtorre/DOCUMENTOS/PSIQUIATR/temas/tema1/agitado%20en%20urgencias.pdf



2 comentarios:

  1. Buena percepción de la problemática del paciente anciano en las urgencias, y de las patologías de mayor morbilidad en general. ¿qué soluciones inmediatas se te ocurririan en las urgencias donde ahora estás?
    Cierto es que es poco frecuente ver un geriatra en las urgencias. Aportas los datos de que mejoraria la eficencia de la atención al anciano. ¿porqué no se hará?
    Buenas percepciones Claudia, pero no olvides tambien en los cuadernos hablar de ti, de tu experiencia interior, de tu autoevaluación, de cómo te enfrentas a diario a este tipo de situaciones. Recordad que no estais escribiendo en un periódico relatando una noticia, debe ser mas personal. Es mucho mas enriquecedor

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